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Dolores Cáceres: Mi arte no es un panfleto

–¿Por qué te gusta tanto hacer lío, Dolores?

–No hago lío. Yo lo que hago es arte. Mi obra es siempre una reflexión. Parece que en la mesa de negociación de época no estoy en los planes de nadie: cuestiono, provoco, salgo de lo dado. Es mi resistencia.

–La leyenda urbana dice que al gobernador Schiaretti casi le da un ACV cuando se enteró de que te dejaron plantar soja en el jardín del museo Caraffa, en 2008. Era como una crítica al campo, que él defendía.

–Mi obra no es un panfleto. Toma posición, no partido. El arte no está para tranquilizar, sino para renovar la inquietud y el asombro del mundo, para impedir que las significaciones sociales se estanquen y se apague la magia del sobresalto, la sorpresa.

–¿Cómo sigue hoy tu vocación agrícola? ¿Dónde seguirás arando?

–Soy artista y no tengo otra vocación. El proyecto Que Soy tiene compromiso social y medioambiental. Sembré y coseché soja en los jardines del Caraffa y en los jardines del museo Oscar Niemeyer, en Curitiba, Brasil. Ahora voy a seguir el camino de la seda. Dejo Occidente para ingresar a Oriente.

–Fuiste quizá la artista “más odiada” de Argentina en 2015. En una exhibición dejaste vacías tres salas del museo Caraffa.

–Decir que fui la artista más odiada reafirma la intolerancia con la que fui tratada. Soy disidente y Las Salas

Vacías fue una obra inmaterial que reflexionó sobre el entorno y sus significados. Fue una obra desafiante, abierta, contextual y transitiva que utilizó el vacío como herramienta y se conectó con el espacio virtual a través del hashtag que permitió que la discusión continuara en las redes, convirtiéndose en un fenómeno de comunicación. Fue una máquina de guerra conceptual, es verdad, pero también generó un enorme debate y fue tapa de todos los medios de comunicación del país.

–¡Y, además, hubo que pagarte por eso!

–¿Les pagan a los artistas por exponer en Córdoba? ¡Qué novedad me estás dando!

–¿No tenías formas más honestas de ganarte la vida, Dolores?

–Las Salas Vacías

Como proyecto tuvo impacto nacional e internacional. Nunca una exposición de un museo de provincia llegó tan lejos. Aun hoy, años más tarde, la obra puede ser pensada una y otra vez. Al eliminar certezas, hubo quienes se sintieron incómodos o interpelados. Para hablar sobre la muestra, La Voz utilizó la palabra “escatológico” en un texto de crítica de arte. #SinLimite567 fue un gesto de honestidad y las reacciones tuvieron la misma intensidad e incomprensión que la idea de grado cero.

–A casi 10 años de aquella obra en blanco, te pido un breve mensaje para los miles que te putearon a granel en redes sociales.

–Me queda una pregunta. ¿Qué nervio toqué para semejante reacción? Con esa obra, fui capaz de contradecir los aparatos del Estado. Me atreví a caminar por el borde de un abismo. Fue difícil en lo personal porque hasta llegaron a hackear mis cuentas en las redes. Hoy es obra de investigación. Me escriben desde Chile, España, EE. UU. El catálogo, también vacío, ingresó a los archivos del Moma de Nueva York.

–Me gustó cuando le disparaste con una escopeta al Cucú de Carlos Paz. ¿Tenés planeados más atentados de ese tipo?

–Lo mejor de esa performance fue la participación de la Brigada de Explosivos de la Provincia. Ellos llevaron bombas para que los disparos parecieran verdaderos. Tuve que avisar a la Policía de Carlos Paz que mi acción era un simulacro. Si no, seguramente, terminaba presa.

–Leí críticas de arte en la que te llaman “narcisista”.

–Las únicas críticas que me enriquecen son aquellas que refieren a la obra. Las críticas personales ni me interesan.

–Tres palabras que definan quién sos como artista.

–DOLORES DE ARGENTINA.

–Tu biografía dice que naciste en una “familia tradicional de Córdoba”. ¡Qué horror!

–Mi familia está formada por intelectuales: sociólogos, abogados, periodistas, publicistas, fotógrafos. Esa estructura me mostró el lugar desde donde salir y volverme libre hasta donde pude serlo. (Toda mi adolescencia y primera juventud transcurrieron durante la dictadura). Conocí a grandes personalidades del mundo del arte, de la moda, directores de cine, artistas de todo el mundo. Ahora, a la distancia, pienso que no estuvo mal y siento muchísimo orgullo de mi familia.

–Destruiste toda la obra que hiciste mientras estudiaste Artes en la UNC. ¿Qué pasó?

–Era un fracaso. No encontraba mi verdadera imagen y no me alcanzaba la pintura como lenguaje. No me gustó la Academia ni la forma de pensar para impartir nociones de arte.

–Al ser tu obra principalmente conceptual, no dejás “mercancía artística”,

–Algunos gestos son efímeros, pero los archivos y la documentación son de gran valor para los museos y el coleccionismo internacional. Pero aclaro, no todo el arte conceptual y posconceptual es efímero.

–No habrá obras de Dolores de Argentina para poner en el living y mostrar a las visitas.

–Mi obra forma parte de grandes colecciones y estoy trabajando en este momento en reforzar ese aspecto que nunca me preocupó demasiado. Puse mucha energía en la producción. Ahora estoy buscando ese rumbo.

–¿Te interesa “dejar un mensaje”?

–El arte es un mensaje que se transmite como un secreto entre conspiradores, dijo Marcel Duchamp. El mensaje es mi obra. El arte es hacer, y yo quiero dejar obras.

–Artísticamente hablando, ¿qué es lo mejor y lo peor que tiene Córdoba?

–Los cordobeses y las peleas de todos contra todos. Su aislamiento.

–Te llama el papa Francisco y te pide una obra para el Vaticano. ¿Qué le hacés?

–Le pediría que me regale un Fra Angélico, que es uno de mis pintores preferidos.

–¿El arte que no molesta es arte?

–El buen arte nunca molesta.

–¿Qué descubriste en la pandemia?

–Descubrí con certeza que pueden parar el mundo.

–¿Cuál es el sentido de la vida?

–La libertad de vivirla.

–¿Estamos solos en el universo?

–Es difícil pensar que estamos solos.

–¿Qué es lo último que va a sobrevivir en el mundo?

–Una idea.

Hija, madre, abuela y vecina de Villa Allende

Custodiada por un perro de raza y por 39 cipreses.

La artista plástica Dolores Cáceres vive en la ciudad de Villa Allende, a pocos minutos de la ciudad de Córdoba, en compañía de “39 cipreses y un perro de raza” que la cuida.

Además, tiene dos hijos “maravillosos” y cinco nietos también “maravillosos”.

Dice que su mamá, con alzhéimer, vive “entre lo finito y lo infinito”. Tiene 64 años. Ella y toda su familia son nacidos en Córdoba Capital. Actualmente, se encuentra leyendo al filósofo y ensayista surcoreano Byung–Chul Han y cuenta que su director de cine favorito es Paolo Sorrentino, pero siempre “después de Jean-Luc Godard”.