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Shigeru Ishiba, un verso libre en las filas conservadoras

Los retos que afronta el primer ministro japonés sólo son comparables a su cabezonería. Al quinto intento logró Shigeru Ishiba el liderazgo del Partido Liberal Democrático (PLD) y de él se espera que estimule la gripada economía nacional en un entorno internacional inflamado mientras regenera una formación abonada al escándalo. El mes pasado se impuso en las primarias del PLD, equivalentes a las presidenciales en Japón por la tozuda ineptitud de la oposición, a rivales con mejor cartel: Sanae Takaichi, ministra de Economía, y Shinjiro Koizumi, hijo del carismático ex primer ministro Junichiro Koizumi. Venció por escaso margen en la que, a los 67 años, había calificado como su «batalla final».

 Dicen de Ishiba que lo lee todo, de literatura tradicional a mangas, y las fotos en redes sociales descubren las estanterías de su oficina atiborradas de libros. Los prefiere a las charlas con su gremio y es comprensible que le sean más placenteros porque no acumula amigos en sus filas. Su victoria es la de un verso libre en un partido con rígidas estructuras. Ishiba es lo más progre que se despacha en el PLD: defiende las energías renovables frente a la nuclear aludiendo al desastre de Fukushima, pide el fin de la ley sálica para abrirle el trono a las mujeres y quiere que los miembros de un matrimonio puedan usar sus respectivos apellidos.

 Lo que más le afean sus compañeros de bancada es su acrisolada disidencia. Sus peticiones de dimisión a su predecesor, Fumio Kishida, disgustaron a un partido donde aún arrastra cierta reputación de traidor. Fue en 1993: Ishiba apoyó la moción de censura contra el primer ministro, Kiichi Miyazawa, y abandonó después el PLD para enrolarse en un partido reformista durante cuatro años. «He herido los sentimientos de mucha gente, causado experiencias desagradables y provocado sufrimientos. Me disculpo sinceramente por todos mis defectos», dijo en la víspera de las primarias. Sólo el apoyo de las bases, trabajado durante cuatro décadas, explica su nombramiento.

Japan's House of Representatives Election results at the ruling Liberal Democratic Party (LDP)

Shigeru Ishiba durante una rueda de prensa / TAKASHI AOYAMA / POOL

 Ishiba se graduó en la Universidad de Keio y emprendió una carrera en la banca que abandonó para seguir los pasos de su padre, Jiro Ishiba, antiguo gobernador de la prefectura de Tottori. Con 29 años se convirtió en el miembro más joven del Parlamento y en 2002 ingresó en el Gobierno. Ha encabezado los ministerios de Defensa y de Agricultura, Bosques y Pesca. Es visto como un intelectual con sólidos conocimientos que persevera en la línea de grisáceos dirigentes con escaso carisma. Sólo Shinzo Abe rompió el molde y a él, padre espiritual del partido en los últimos años, le criticó Ishiba sin recato. 

 Ha prometido que embridará la inflación, acentuada en los últimos años por la salvaje devaluación del yen, y priorizará las subidas salariales. Para ello seguirá con los estímulos fiscales del Banco Central que había denostado años atrás y quiere incrementar los impuestos sobre ganancias de capital y dividendos. El anuncio de lo último provocó caídas en la bolsa del 5 % el día siguiente.

 A Ishida se le intuye la devoción por todo lo castrense. Lideró el Ministerio de Defensa, construye maquetas de aviones y barcos de guerra y tiene ambiciosos planes para su país. Pretende transitar desde la subordinación a Estados Unidos, su tradicional paraguas, a cierta igualdad. Tampoco desprecia el liderazgo de una futura OTAN asiática, una idea demasiado atrevida incluso para Washington, y que arruinaría cualquier sintonía con China.

Esa es la hoja de ruta de Ishida que la realidad rebajará. Ya ha concedido que sigan funcionando algunos reactores nucleares y en el renovado gobierno que debía limpiarle la cara al partido incluyó a vejestorios como Taro Aso, de 84 años, y Yoshihide Suga, de 75 años.