El presidente Javier Milei y varios miembros del Gobierno nacional curten un mambo muy raro al etiquetar a las personas como «malnacidas» o «bien nacidas»».
Llama la atención que tanto «malnacido», claramente descalificatorio, como «bien nacido», que podría tener un tufillo prejuicioso, giren, con empeño, en torno a los nacimientos de las personas y no a hechos puntuales de sus trayectorias lo cual nos obliga a hacernos algunas preguntas:
¿Será malnacido el bebé que en un parto se le da por venir de culo, como dice la gente cuando una criatura pretende mostrar primero las nalgas o los pies en lugar de la cabeza? ¿Podrá ser de malnacidos llegar al mundo con el cordón umbilical enroscado en el cogotito, o presentarse en sociedad a los siete meses de gestación y no a los nueve?
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Quienes andan plantando el sambenito de malnacido al primero que se les cruza, parecen actuar como si en la vida las personas no tuvieran una construcción vital, como si los condicionantes ambientales no tuvieran nada que ver, ni tampoco la educación, el esfuerzo o el mérito o como si las historias personales y el libre albedrío no valieran ni dos mangos.
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Javier Milei y el comunicador del gobierno, Manuel Adorni.
Causa perplejidad suponer que si alguien -de grande- se convierte en un cabrón irredento eso pueda tener origen en haber sido «malparido».
Porque, seamos sensatos, qué es ser malparido ¿haber nacido a las apuradas en un móvil policial rumbo al hospital? ¿Que la parturienta haya demorado más de 24 horas en parir? ¿Ser hijo de gente sumida en la pobreza? ¿Haber llegado a este valle de lágrimas en medio de la pandemia? ¿Ser hijo de un periodista «ensobrado»?
A los bifes
Mire, lector, no hagamos las cosas más densas. Para el actual gobierno nacional el tema es fácil. Los «bien nacidos» son los que apoyan sin ningún tipo de dudas al libertario presidente Javier Milei.
El malnacido, en cambio, es todo aquel que cuestiona en parte o totalmente la administración nacional de Milei, es decir gente «degenerada» que desconoce el anarcocapitalismo y el paleolibertarismo y que no ha tenido el tino de bucear en la Escuela Austríaca de Economía.
Ante esa situación, se nos ocurre preguntar si son bien nacidos los integrantes del ejército de trolls que reportan al Gobierno y que hostigan y amenazan en las redes sociales demostrando no tener mucha fibra de liberales republicanos y democráticos?
El mendocino Luis Petri, ministro de Defensa de la Nación, ha dicho que «será despedido por mal nacido» el funcionario que manipuló en esa cartera o en la Cancillería un comunicado oficial donde las Islas Malvinas fueron mencionadas como Falklands, ¿Por qué no por «ineficiente», «desubicado» o «irresponsable»?
Ruidos al cuete
Este tipo de asuntos, que pueden parecer menores, pero que generan ruidos o problemas graves de comunicación, forman parte de las cosas que desconciertan de este gobierno, con el que, empero, millones de argentinos mantienen puntos de contacto, particularmente en lo económico.
La gestión comunicacional de Milei está llena de señales confusas, de malos tratos, de insultos, de falta de tolerancia democrática y hasta de desprecio hacia las formas republicanas. Pues bien, todas esas cosas, que eran habituales en el relato populista de Cristina Kirchner, son también las que a veces enturbian los avances que se están obteniendo en lo que es la principal misión de Milei: sanear la macroeconomía.
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El Gobierno tiene evidentes logros en lo económico como el de estar consolidando la baja de la inflación, generado condiciones para sofrenar el dólar, haber logrado que bajara el riesgo país, clausurado la maquinita de imprimir pesos sin respaldo, o de no estar gastando más de lo que el Estado recauda.
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La ex presidenta Cristina Kirchner y Javier Milei protagonizaron mediáticos cruces esta semana.
Este es un gobierno que, además, parece haber terminado con el negocio de los planes sociales y de los gerentes de la pobreza. La ayuda social no ha desparecido sino que llega directo al beneficiario sin intermediarios de grupos políticos que hicieron una industria malsana de esto. Ya no hay piquetes en el país -algo impensable hace un año- y los más pobres no son obligados a concurrir a marchas y protestas so pena de quitarle los planes.
No pocas veces el «efecto palangana» de este Gobierno, que genera discusiones poco productivas, cómo esta de los malnacidos y de los bien nacidos (o como ese deseo de Milei de martillar el último clavo en el cajón donde repose Cristina Kirchner) termina opacando o generando nubes de tormenta que dejan en segundo o tercer término lo bueno que se está logrando y que no sólo es mérito de Milei sino de millones de argentinos que vienen poniendo esfuerzos y privaciones sin hacer tanta alharaca palanganera.