La misofonía es una condición que afecta a más personas de lo que se pensaba. Los individuos que la padecen experimentan reacciones emocionales intensas ante sonidos cotidianos como masticar, sorber o respirar. Estas reacciones pueden variar desde una leve molestia hasta una angustia que interfiere con la vida diaria, según la ciencia.
Qué descubrió la ciencia
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La ciencia determinó que las personas que odian escuchar a otros comer pueden tener cuadros graves.
El análisis reveló que las personas que se identificaron como afectadas por misofonía tenían más probabilidades de poseer genes asociados con trastornos psiquiátricos. Esto incluye genes relacionados con la ansiedad, la depresión y el trastorno de estrés postraumático (TEPT).
Smit explicó que esta superposición genética podría indicar la existencia de un sistema neurobiológico compartido que afecta tanto a la misofonía como al TEPT. Esta conexión sugiere que las técnicas de tratamiento utilizadas para el TEPT podrían ser efectivas también para la misofonía.
Además, se encontró una relación genética entre la misofonía y el tinnitus, una condición caracterizada por un zumbido persistente en los oídos. Los pacientes con tinnitus suelen presentar síntomas psicológicos de depresión y ansiedad, lo que refuerza la conexión entre estas condiciones.
Personalidad y misofonía
Investigaciones previas ya habían señalado que las personas con misofonía tienden a interiorizar su angustia. El estudio de Smit y su equipo confirmó esta tendencia, mostrando fuertes vínculos con rasgos de personalidad como la preocupación, la culpa, la soledad y el neuroticismo.
Los investigadores proponen que la misofonía podría basarse en sentimientos de culpa por la irritación y la ira evocadas, más que en las expresiones conductuales de la ira en sí mismas. Esta hipótesis abre nuevas perspectivas para entender y tratar la condición.
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Un hallazgo inesperado del estudio fue que las personas con Trastorno del Espectro Autista (TEA) tenían menos probabilidades de experimentar misofonía. Esto resulta sorprendente, ya que las personas con TEA suelen tener una menor tolerancia a los sonidos. Los investigadores sugieren que podrían existir diferentes formas de misofonía, algunas impulsadas principalmente por el condicionamiento de la ira u otras emociones negativas a sonidos específicos, moderadas por rasgos de personalidad.
Es importante destacar que el estudio tiene limitaciones. La mayoría de los datos analizados provenían de poblaciones europeas, por lo que estos vínculos podrían no manifestarse de la misma manera en diferentes grupos poblacionales. Además, la misofonía no fue diagnosticada médicamente en las muestras de datos, sino autoinformada, lo que podría sesgar los resultados.
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A pesar de estas limitaciones, la investigación proporciona pistas valiosas para futuros estudios sobre los mecanismos biológicos detrás de la misofonía. Estos hallazgos podrían abrir el camino hacia nuevos enfoques de tratamiento y una mejor comprensión de esta condición que afecta la vida cotidiana de muchas personas.