“…Condenar a Hugo Bareiro a la pena de prisión perpetua”, se escuchó en el recinto del Tribunal Penal de Oberá el 29 de octubre de 2014, sentando un precedente histórico para la Justicia misionera: se trataba de la primera sentencia por femicidio que se dictaba en la provincia.
Ese miércoles, nada más escuchar esas palabras, los familiares de las víctimas estallaron en llanto, confundiéndose en un abrazo interminable, dando cierre al dolor contenido desde el 5 de enero anterior, cuando Bareiro se cruzó deliberadamente de carril en la ruta provincial 103, en jurisdicción de Campo Ramón, e impactó de lleno a la motocicleta en que viajaban su hijastra Cinthia Marisol Gómez y la amiga de ésta, Yessenia Filippin.
El encontronazo fue de tal magnitud que el frente del Fiat Duna quedó literalmente destruido. Las jóvenes, obviamente, perecieron en el acto.
El reloj marcaba casi la medianoche del 5 de enero cuando las primeras patrullas arribaron al escenario de lo que, en un principio, se pensó era un accidente de tránsito. Sin embargo, con el devenir de
las horas, se caería esa coartada y se comprobaría que, en realidad, fue un episodio criminal premeditado, planificado con una frialdad despiadada.
Eso quedó demostrado en el recinto de audiencias del Tribunal Penal 1 de Oberá y por eso la fiscal Estela Salguero de Alarcón pidió la pena de prisión perpetua para Bareiro, requerimiento con el que coincidieron la presidenta del debate Lilia Avendaño y los vocales Francisco Clavelino Aguirre y José Pablo Rivero.
Bareiro fue declarado penalmente responsable de dos delitos de femicidio, cometido en un contexto de violencia de género contra Cinthia Marisol Gómez, y homicidio simple, del que resultó víctima Yessenia Filippin.
Para los jueces no quedaron dudas de que el hombre consideraba a Cinthia responsable de su separación con la madre. Por eso la terminó matando. Yessenia, en tanto, pagó con su
vida ser amiga de aquella. Para el acusado, se trató simplemente de un “efecto colateral”.
Los jueces coincidieron con el petitorio de la fiscal porque entendieron que hubo amenazas previas, persecución y hasta hostigamiento hacia su hijastra.
Aquel 5 de enero -quedó probado- Bareiro siguió a la joven de 22 años por distintos lugares. Incluso se apostó en un bar, en Villa Bonita, a tomar cervezas. Desde allí podía observar cómo su hijastra jugaba al vóleibol.
La joven, al verlo sentando en el comercio, se puso muy nerviosa y envió un mensaje de texto a su hermana contándole la situación. “No quiero volver de noche”, le habría dicho. Lamentablemente, sus temores encontrarían, a posteriori, razón de ser.
Yessenia, amiga del alma, se ofreció a acompañarla para que no se sintiera sola y lo pagó con su vida. Ambas regresaban desde Villa Bonita a Campo Ramón cuando se produjo lo peor.
Los peritos creen que sólo alcanzaron a ver los faros enceguecedores del vehículo que en forma furiosa se acercaba a ellas. Allí, en el paraje “La Grapia”, dejaron sus vidas.