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Cariño y respeto para Yésica tras años de maltrato

viernes 05 de mayo de 2023 | 3:30hs.

La vida de Yésica fue difícil desde que nació, hace casi 23 años, en una zona rural de Colonia Alberdi, cerca de Oberá.

Es una joven con discapacidad que de sus padres lo único que recibió fue rechazo en todos los niveles posibles. El frágil vínculo familiar fue sostenido únicamente -pese a las enormes carencias- a instancias del amor y paciencia de sus abuelos paternos, quienes la cuidaron lo mejor que pudieron con lo poco que tuvieron, lo que significó alivio durante un tiempo hasta que los constantes achaques y requerimientos médicos, sumado al fallecimiento de uno de ellos, complicó las cosas. No pudieron seguir haciéndolo.

Yésica pasó de mano en mano entre algunos parientes, como objeto de utilería, con un seguimiento casi personal del área Social de la comuna que trató por todos los medios de contenerla, además de sostener el resquebrajado lazo, teniendo en cuenta que el derecho a una familia es fundamental para el desarrollo de cualquier persona.

Insistieron pero tampoco pudieron porque el abandono llegó al punto de que hace pocas semanas vaciaron de bienes materiales la casa que había sido cedida por el municipio para que los familiares que se hicieran cargo vivieran con ella y la dejaron ahí, con sus penas y angustias, en absoluta soledad y sin poder valerse por sí misma. Los vecinos alertaron y también contuvieron.

En ese contexto desesperante y mediante un trabajo coordinado entre el municipio y que incluyó la intervención del titular del Juzgado de Familia de Oberá, José Moreira, el Hogar Santa Teresita del Niño Jesús asumió un rol determinante alojando a Yésica en la institución.

Allí recibe el amor y protección que nunca tuvo en manos de su familia, estando contenida por un grupo de profesionales.

Seguimiento y contención

“Desde que era chica comenzamos a trabajar con la familia de Yésica para mejorar su situación, con seguimientos constantes”, explicó Isabel Puczko, titular del área Social de Alberdi, quien en esa línea reveló que “con sus abuelos paternos estuvo contenida, querida, le enseñaron a leer, a hablar, ahora puede hacer su firma, pinta”. Pero en determinado momento los ancianos enfermaron y todo empeoró; el abuelo falleció.

Los funcionarios buscaron entonces a la madre y al padre, les ofrecieron una vivienda para que se ocuparan del cuidado de su hija, que aceptaron inicialmente, pero al poco tiempo se marcharon nuevamente. “Pasaron tres o cuatro meses hasta que supimos que los padres no estaban y que Yésica pasó a vivir con una abuela materna que había venido aparentemente desde Paraguay para instalarse en la casa”, recordó Isabel y admitió que “comenzó una tortura porque la mujer no dejaba acercarnos para hacer el seguimiento y saber cómo estaba. Los vecinos nos contaban preocupados que esta persona la maltrataba”.

En medio de todo eso comenzó la pandemia de Covid-19, las restricciones, pero como la joven había comenzado a asistir al Centro de Atención de Personas con Discapacidad (Cenemi), fueron organizadas actividades extras para poder sacarla de la casa ante la negativa de la abuela.

“Las tías fueron viendo el trato de su madre con la nieta y una de ellas se ofreció hacerse cargo de la sobrina. Y así fue, la joven quedó con una tía hasta que al marido de ésta le surgió la posibilidad de un trabajo en Buenos Aires, entonces la mujer planteó la intención de llevarla con ellos. Un trabajador social hizo los contactos, averiguó lo necesario para estar seguros de su bienestar y decidimos que era conveniente hacer eso antes de que vuelva con la abuela materna”, refirió la funcionaria.

Luego de hacer los documentos necesarios, la familia partió a la capital del país, donde Yésica estuvo viviendo poco menos de dos años, por lo que el seguimiento continuó por vía telefónica. “Un día esta mujer entrega a Yésica a otra hermana que estaba allá para que se hiciera cargo, con quien estuvo dos meses hasta que llamó diciendo que estaban regresando a Misiones porque no la podía cuidar más, que la iba a dejar otra vez en la casa de donde la habían llevado. Les pedí que ayudaran a encontrar a otro familiar para que se ocupara, porque ella nos decía que quería estar con su familia. No hubo forma de que eso sucediera”. Finalmente dejaron a la joven en la casa, sola, y se llevaron lo material.

Una vecina se ocupó de atenderla algunos días hasta que, ante la urgencia, el juez Moreira decidió su alojamiento en el Hogar Santa Teresita, cuyos integrantes abrieron puertas y corazones para recibirla como nueva integrante.

El administrador de la Fundación Hogares Guillermo Hayes, José Yakubow, explicó que “el alojamiento se decidió desde el ámbito judicial en función del requerimiento del municipio”, y en esa línea destacó que “Yésica tiene una vida más social, de entorno. Es tiempo de convivencia, de compartir, socializar y ver otras cosas que van a ser estimulantes. Es un gran cambio para ella”.

Unos brazos tendidos y repletos de amor pueden marcar la diferencia entre el abandono definitivo y la esperanza de un mundo mejor. “El amor que no tuvo afuera recibe acá adentro. No solamente le damos comida, medicamentos y la ayudamos pacientemente día a día, sino que también el afecto que necesita. Nos convertimos en su nueva familia del corazón”, resaltó por su parte Ramón Ramírez, administrador del Hogar Santa Teresita.

También reveló que “todas las personas alojadas llegaron de la misma manera, con el vínculo con sus padres roto, casi todos fueron abandonados”.

Rol social

La Fundación Hogares Guillermo Hayes atraviesa una situación financiera complicada debido a que dependen exclusivamente de donaciones y el aporte económico gubernamental por medio de subsidios que -afirman- quedó bastante limitado debido a la inflación.

Tiene cinco espacios a cargo, de los cuales tres contienen a personas con discapacidad y ancianos en situación de abandono: Hogar Santa Teresita del Niño Jesús (24 residentes y 17 asistentes), Hogar Virgen de Luján (14 residentes y 7 asistentes) y Hogar Espíritu Santo (18 residentes y 14 asistentes).

Entre todos requieren alrededor de 12 millones de pesos mensuales para sostenerse y la fundación tiene pocos ingresos, sobre todo teniendo en cuenta la situación económica.