La enfermedad celíaca es una afección del sistema inmunitario, por la que las personas no pueden consumir gluten -una proteína presente en el trigo, la cebada y el centeno- porque daña su intestino delgado. También puede encontrarse en vitaminas, suplementos, productos para el cabello y la piel, pasta de dientes y bálsamos labiales.
“Se cree que el aumento de la prevalencia de la enfermedad celíaca se da por dos factores bien definidos: el consumo masivo de gluten y el componente genético de la portación de los antígenos de histocompatibilidad de clase II (HLA DQ2 o DQ8), siendo esto de gran relevancia porque sin ellos, la enfermedad no se manifiesta”, explica Rosana Maidana, licenciada en Nutrición.
Su diagnóstico requiere del hallazgo de alteraciones morfológicas características en biopsias del intestino delgado, asociado a pruebas serológicas específicas positivas. Lo primero que se realiza ante la sospecha, ya sea por la presencia de síntomas característicos o por tener familiares directos celiacos, es la prueba serológica.
Normalmente circulan en la sangre pequeñas cantidades de anticuerpos contra una diversidad de antígenos alimentarios. Por ejemplo, se pueden detectar anticuerpos contra componentes de los alimentos como las proteínas del huevo, de la leche, y también del gluten (denominadas gliadinas). Por lo tanto se dosa en sangre como primera opción para el diagnóstico el anticuerpo antitransglutaminasa tisular de tipo IgA (a-tTG IgA) y un dosaje de inmunoglobulina A total.
Le sigue la confirmación diagnóstica que se da a través de la biopsia endoscópica. Las muestras deben ser tomadas en el bulbo duodenal y duodeno distal debido a que se sabe que el intestino delgado se lesiona en forma de “parches” (zonas sanas intercaladas con zonas lesionadas) y la mayor afectación se da en la primera porción del intestino delgado, es decir, en el duodeno.
“La celiaquía afecta a cada persona de manera diferente. Los síntomas pueden ocurrir en el sistema digestivo o en otras partes del cuerpo. Una persona puede tener diarrea y dolor abdominal, mientras que otra puede sentirse irritable o deprimida. La irritabilidad es uno de los síntomas más comunes en los niños, mientras que algunas personas no tienen ninguna molestia”, comenta Maidana.
Si bien la enfermedad es una sola, hay diversas formas clínicas que tienen que ver con la variedad de su presentación.
El último Consenso Argentino de Enfermedad Celíaca, publicado en 2018, propone cinco tipologías:
Forma clásica: más frecuente en niños menores de 2 años que en adultos. Incluye síntomas relacionados con la lesión intestinal. Suelen consultar por diarrea crónica que provoca malabsorción de micronutrientes (calcio, hierro, zinc), pérdida de grasa y proteínas por materia fecal, lo que afecta al correcto crecimiento. Hay distensión abdominal, baja talla, pérdida de peso y signos de malnutrición como piel seca, cabello opaco; además de cuadros de irritabilidad.
Forma no clásica: es mayor la edad en la cual se realiza el diagnóstico y el compromiso nutricional es menor. Los síntomas son leves e intermitentes (periodos en donde se sienten bien alternando con periodos que padecen síntomas).
Forma asintomática: no se presentan signos o síntomas. Son diagnósticos que se establecen en personas que se hacen estudios serológicos por tener familiares de primer grado celíacos: padres, hermanos e hijos. Pueden ser también personas con enfermedades autoinmunes.
Forma potencial: pueden ser asintomáticos o presentar sintomatología inespecífica, presentan anticuerpos positivos, genética compatible y biopsia normal.
Forma refractaria: Es más común en personas con más de 50 años de edad. Los síntomas persisten o recurren a pesar de realizar una dieta estricta libre de gluten por al menos 12 meses con persistencia de daño intestinal.
Cuáles son los síntomas En adultos con enfermedad celíaca clásica
Diarrea crónica Pérdida de peso Anemia Distensión abdominal Edema En niños con enfermedad celíaca clásica:
Retardo en el crecimiento, pérdida de peso, baja estatura Vómitos Diarrea Dolor abdominal recurrente Atrofia muscular Intestino irritable Irritabilidad y descontento Recomendaciones alimentarias “En cuanto a recomendaciones para la alimentación siempre trabajamos con lo que llamamos ‘el semáforo de alimentos’. En primera instancia sugerimos todo alimento natural que no venga en paquete, como frutas y verduras frescas; carnes magras y huevos, los cuales no contienen gluten y pueden consumirse sin inconvenientes. Estos son los alimentos dentro de la luz verde. Luego, en el sector amarillo, encontramos los alimentos con los que debemos tener precaución. Son los que se venden en paquetes. Naturalmente creemos que no contienen gluten pero sí pueden tenerlo. Se da en el caso de lácteos, mermeladas, conservas, infusiones, yerba mate, legumbres, salsas envasadas, arroz o cualquier otro producto envasado. En ellos debemos ver la presencia del símbolo oficial, la leyenda ‘sin TACC’ y corroborar que estén en el listado de alimentos libre de gluten del ANMAT. Finalmente, los alimentos que debemos evitar – y que entran en la zona de la luz roja – son los que poseen gluten de manera natural, como fideos (secos o frescos), pastas rellenas hechas con trigo o centeno; alimentos que contengan cebada o los cereales anteriormente mencionados, y la avena”, explica la especialista.
Como reemplazo de estos cereales se puede optar por preparaciones aptas hechas con harina de arroz, harina de algarroba, harina de mandioca o harina de maíz. Las “premezclas” que ofrece el mercado para personas con celiaquía pueden sacan de un apuro al momento de realizar preparaciones, pero siguen siendo alimentos ultraprocesados (ricos en aditivos y diversos conservantes a base de sodio, con el agregado muchas veces de azúcar) por lo que lo ideal es la consulta nutricional especializada para adaptar el menú a la enfermedad y trabajar preparaciones caseras que reduzcan el consumo de estos ultraprocesados.
“En cuanto al almacenamiento de los alimentos en el hogar, es aconsejable que los alimentos libres de gluten permanezcan separados de aquellos alimentos que sí lo contengan y, a su vez, estén correctamente identificados para evitar errores de consumo. Si no se pueden separar los espacios es necesario utilizar frascos herméticos para su guardado y respecto de los que se conservan en la heladera, también se recomienda usar recipientes cerrados y ubicados en los estantes superiores”, concluye la licenciada Maidana.
Fuente: En Casa y OSPEDYC