jueves 04 de mayo de 2023 | 13:48hs.
La vida de Yesica fue difícil desde que nació, hace casi 23 años, en una zona rural de la localidad de Colonia Alberdi, distante a unos 20 kilómetros de la ciudad de Oberá.
Es una joven con discapacidad que de sus padres lo único que recibió fue rechazo en todos los niveles posibles. El frágil vínculo familiar fue sostenido únicamente -pese a las enormes carencias- a instancias del amor y paciencia de sus abuelos paternos, quienes la cuidaron lo mejor que pudieron con lo poco que tuvieron, lo que significó alivio durante un tiempo hasta que los constantes achaques y requerimientos médicos, sumado al fallecimiento de uno de ellos, complicó las cosas. No pudieron seguir haciéndolo.
Yesica pasó de mano en mano entre algunos parientes, como objeto de utilería, con un seguimiento casi personal del área social de la comuna que trató por todos los medios de contenerla además de sostener el resquebrajado lazo, teniendo en cuenta que el derecho a una familia es fundamental para el desarrollo pleno de cualquier persona.
Insistieron tanto pero tampoco pudieron porque el abandono llegó al punto de que hace pocas semanas vaciaron de bienes materiales la casa que había sido cedida por el municipio para que el o los familiares que se hicieran cargo vivieran con ella y la dejaron ahí, con sus penas y angustias, en absoluta soledad y sin poder valerse por sí misma. Los vecinos alertaron y también contuvieron.
En ese contexto desesperante y mediante un trabajo coordinado que -además de los asistentes sociales del municipio de Alberdi- incluyó la intervención del titular del Juzgado de Familia de Oberá, José Moreira, el Hogar Santa Teresita del Niño Jesús (que depende de la Fundación Hogares Guillermo Hayes) asumió un rol determinante alojando a Yesica en la institución donde finalmente recibe el amor y la protección que nunca tuvo en manos de su familia, estando diariamente contenida por un grupo de profesionales que brinda lo necesario para su desenvolvimiento.
Seguimiento y contención
«Desde que era muy chica comenzamos a trabajar con la familia de Yesica para mejorar su situación, haciendo un seguimiento constante», explicó Isabel Puczko, titular del área social de la municipalidad de Alberdi, quien en esa línea reveló que «con sus abuelos paternos estuvo contenida, querida, durante ese tiempo la enseñaron a leer, a hablar, ahora puede hacer su firma, también pinta»; pero en determinado momento los ancianos enfermaron y todo empeoró. El abuelo falleció.
Los funcionarios buscaron entonces a la madre y al padre, como alternativa les ofrecieron una vivienda en la zona urbana del pueblo para que se ocuparan del cuidado de su hija, que aceptaron inicialmente pero al poco tiempo se marcharon nuevamente. «Habrán pasado tres o cuatro meses hasta que supimos que los padres no estaban y que Yesica pasó a vivir con una abuela materna que había venido aparentemente desde Paraguay para instalarse en la casa», recordó Isabel y admitió que «comenzó una tortura porque la mujer no dejaba acercarnos para hacer el seguimiento con el objetivo de saber cómo estaba, siempre era bajo presión y los vecinos nos contaban preocupados que esta persona la maltrataba, la castigaba. Era realmente preocupante la situación».
En medio de todo eso comenzó la pandemia, las restricciones, pero como la joven había comenzado a asistir al centro de atención de personas con discapacidad (Cenemi) en Oberá, fueron organizadas algunas actividades extras para poder sacarla de la casa ante la negativa de la abuela. «Las tías de Yesica fueron viendo el trato de su madre con la nieta, y una de ellas se ofreció hacerse cargo de la sobrina. Y así fue, la nena se quedó con una tía hasta que al marido de ésta le surgió la posibilidad de un trabajo en Buenos Aires, entonces la mujer planteó la intención de llevarla con ellos. Un trabajador social hizo los contactos, averiguó lo necesario para estar seguros de su bienestar y decidimos que era conveniente hacer eso antes de que vuelva con la abuela materna», refirió la funcionaria.
Posterior a hacer los documentos necesarios en el ámbito judicial, la familia partió hacia la capital del país donde Yesica estuvo viviendo poco menos de dos años, por lo que el seguimiento continuó siendo por vía telefónica: mensajes de texto, audios y fotografías. «Un día esta mujer entrega a Yesica a otra hermana que estaba allá para que se hiciera cargo, con quien estuvo alrededor de dos meses hasta que llamó diciendo que estaban regresando a Misiones porque no la podía cuidar más, que la iba a dejar otra vez en la casa de donde la habían llevado. Les pedí que ayudara a encontrar a otro familiar para que se ocupara y mantener así el vínculo familiar, porque Yesica nos decía que quería estar con su familia. No hubo forma de que eso sucediera».
Finalmente dejaron a la joven en la casa, sola, pero llevaron lo material. «Se llevaron todo, quedó una cama, con un ropero y Yesica, fue doloroso», recordó Puczko.
Una vecina se ocupó de atenderla en su casa durante algunos días hasta que, ante la urgencia y necesidad, el juez Moreira decidió su alojamiento en el Hogar Santa Teresita, cuyos integrantes abrieron puertas y corazones para recibirla como nueva integrante de la familia.
El administrador de la Fundación Hogares Guillermo Hayes, José Yakubow, explicó sobre eso que «el alojamiento se decidió desde el ámbito judicial en función del requerimiento hecho por el municipio, es decir, fue un proceso tramitado en la justicia de familia», y en esa línea destacó que «Yesica tiene una vida más social, de entorno. Es tiempo de convivencia, de compartir, socializar y ver otras cosas que van a ser estimulantes. Es un gran cambio para ella».
Familia del corazón
Unos brazos tendidos y repletos de amor pueden marcar la diferencia entre el abandono definitivo y la esperanza de un mundo mejor. «El amor que no tuvo afuera recibe acá adentro. No solamente le damos comida, medicamentos y la ayudamos pacientemente día a día, sino que también el afecto que necesita lo recibe de parte de los residentes que tiene al lado, con quienes comparte y de esa forma nos convertimos en su nueva familia del corazón», resaltó por su parte Ramón Ramírez, administrador del Hogar Santa Teresita.
También reveló que «todas las personas alojadas llegaron de la misma manera, con el vínculo con sus padres roto, casi todos fueron abandonados. Es la dolorosa historia en común que comparten pero nos ocupamos de ir saldando esas faltas, de hacerlos visibles y útiles, de que se sientan protegidos y seguros. Son parte importante de nuestra sociedad».
El rol social de los Hogares
La Fundación Hogares Guillermo Hayes de Oberá, que actualmente atraviesa una situación financiera complicada debido a que dependen exclusivamente de donaciones y el aporte económico gubernamental (subsidio) que -afirman- quedó bastante limitado debido a la inflación galopante en el país, tiene cinco espacios a cargo de los cuales tres contienen a personas con discapacidad y ancianos en situación de abandono: Hogar Santa Teresita del Niño Jesús (24 residentes y 17 asistentes), Hogar Virgen de Luján (14 residentes y 7 asistentes) y Hogar Espíritu Santo (18 residentes y 14 asistentes).
Se calcula que entre todos requieren alrededor de 12 millones de pesos mensuales para sostenerse y la Fundación tiene pocos ingresos, sobre todo teniendo en cuenta la situación económica. Las donaciones son elementales para continuar manteniendo la obra.
«No existe un espacio como este en toda la región, de contención y atención integral de personas con discapacidad o ancianos en situación de abandono», apuntó finalmente Yakubow, poniendo énfasis en el determinante rol social relacionado al cuidado de quienes más lo necesitan.