Uno de los debates más antiguos en el ámbito del desarrollo es el impacto real de la ayuda exterior en las economías de los países en vías de desarrollo. Mientras que muchos la consideran una herramienta crucial para estabilizar y fomentar el crecimiento, otros sostienen que, en ciertos contextos, la ayuda exterior puede tener efectos perjudiciales, promoviendo la corrupción y limitando el desarrollo económico.
El dilema de la ayuda exterior
Abordamos esta problemática a través de un modelo económico que explica cómo la ayuda exterior puede fomentar el crecimiento, pero también incentivar la corrupción.
La ayuda exterior permite que los gobiernos de los países receptores inviertan en bienes públicos productivos, como infraestructuras y servicios esenciales, mejorando la productividad del sector privado y estimulando el crecimiento económico.
Sin embargo, cuando la ayuda excede un cierto umbral, especialmente en países con instituciones débiles, comienza a incentivar actividades corruptas que socavan sus beneficios.
El papel de la corrupción
En el modelo presentado, la corrupción se manifiesta a través de empresas corruptas que influyen en el gobierno para obtener contratos públicos a precios inflados. Estas empresas buscan obtener beneficios ilegítimos a través de sobornos a funcionarios públicos.
Esta actividad no solo desvía los recursos destinados a bienes públicos, sino que también reduce la provisión efectiva de dichos bienes, afectando negativamente al crecimiento económico.
El modelo encuentra la relación entre la ayuda exterior y el crecimiento económico, que tiene forma de curva de campana o U invertida. Al principio, la ayuda exterior promueve el crecimiento, ya que los recursos se utilizan principalmente para mejorar la provisión de bienes públicos.
Sin embargo, cuando la cantidad de ayuda alcanza un nivel crítico, la corrupción aumenta y empieza a absorber una parte importante de los recursos, disminuyendo su impacto positivo en el crecimiento.
Este fenómeno implica que la ayuda exterior solo es efectiva hasta cierto punto, más allá del cual sus efectos pueden ser contraproducentes.
La calidad institucional como factor clave
La calidad de las instituciones desempeña un papel fundamental en esta dinámica. En países con instituciones fuertes, donde los sobornos son castigados severamente y los funcionarios corruptos tienen más probabilidades de ser descubiertos, la corrupción es menos rentable, lo que reduce su presencia en la economía.
Sin embargo, en países con instituciones débiles, la corrupción es más frecuente y los incentivos que tienen los individuos para involucrarse en prácticas corruptas son mayores.
El modelo sugiere que dos aspectos específicos de la calidad institucional afectan directamente a la relación entre ayuda exterior y corrupción: la probabilidad de que los funcionarios corruptos sean descubiertos y la severidad de las penas que enfrentan si son detectados en tales actividades.
Si estas probabilidades y penas son bajas, la corrupción florece y la efectividad de la ayuda exterior se ve gravemente reducida.
Mejorar la efectividad de la ayuda
Para mitigar el efecto negativo de la ayuda exterior en países con altos niveles de corrupción, proponemos varias políticas. Entre ellas, destaca la necesidad de condicionar la ayuda exterior a la implementación de medidas anticorrupción.
Esta condicionalidad asegura que los países receptores adopten políticas que refuercen sus instituciones y limiten la corrupción. Algunas de estas políticas incluyen:
Aumento de los salarios de los funcionarios públicos: un salario más alto incrementa el coste de aceptar sobornos, ya que, si los funcionarios corruptos son detectados, afrontan la pérdida de un salario significativo. Esto disuade la corrupción y reduce los incentivos para que las firmas corruptas ofrezcan sobornos. Mejora en los mecanismos de supervisión: la creación de agencias dedicadas a monitorear y detectar prácticas corruptas, como organismos anticorrupción o sistemas judiciales más robustos, también reduce los incentivos para la corrupción, ya que aumenta la probabilidad de ser descubierto. Aplicación de penalidades más severas: aumentar las sanciones para los funcionarios corruptos es otro mecanismo que puede reducir los incentivos para aceptar sobornos.
Los beneficios de la coordinación exterior
Otro aspecto clave destacado en nuestro modelo es la importancia de la coordinación entre los países donantes. Cuando estos coordinan sus esfuerzos y aplican medidas comunes de condicionalidad, su capacidad de negociación aumenta. Esto permite imponer políticas anticorrupción más estrictas en los países receptores, haciendo que la ayuda exterior sea más efectiva.
En resumen, el modelo muestra que la efectividad de la ayuda exterior depende tanto del nivel de corrupción como de la calidad institucional del país receptor. En países con instituciones débiles, la ayuda exterior corre el riesgo de ser contraproducente si no va acompañada de medidas que fortalezcan la transparencia y reduzcan la corrupción. En cambio, en países con instituciones más fuertes, la ayuda tiene más probabilidades de fomentar un crecimiento sostenible.
La ayuda exterior interactúa con la corrupción y las instituciones en los países en desarrollo. Aunque la ayuda puede ser un motor de crecimiento, su efectividad está directamente ligada a la capacidad de los gobiernos de estos países para gestionar los recursos de manera eficiente y transparente.
Para maximizar los beneficios de la ayuda exterior, es fundamental implementar políticas que refuercen las instituciones y limiten la corrupción, asegurando que los fondos destinados al desarrollo realmente lleguen a quienes más los necesitan.
Carlos Bethencourt, Profesor Titular Universidad, Universidad de La Laguna y Fernando Perera Tallo, Profesor titular en el área de Fundamentos del Análisis Económico, Universidad de La Laguna
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.