El Gobierno argentino ha realizado una reestructuración en su equipo de trabajo, destacando en esta semana la renuncia de Omar De Marchi. Hasta ahora, desempeñó el rol de Secretario de Relaciones Parlamentarias e Institucionales, sin embargo, a partir de noviembre, dicho dirigente tomará un nuevo camino como vicepresidente de Aerolíneas Argentinas.
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Esta importante decisión se hace pública en un contexto de profundas transformaciones políticas. No es casual que el anuncio de la renuncia de De Marchi coincidiera con la aprobación, en la Cámara de Diputados, del proyecto de privatización de la compañía aérea, una iniciativa que ha sido motivo de arduos debates en las esferas del poder, ya que representa una de las apuestas más controvertidas del oficialismo.
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Durante su gestión en la Secretaría de Asuntos Parlamentarios, Omar De Marchi se enfrentó a numerosas críticas debido a su incapacidad para alcanzar negociaciones políticas que favorecieran la agenda del Gobierno. Fuentes de la Casa Rosada indicaron que la presencia de De Marchi en las negociaciones cruciales no fue lo suficientemente efectiva y su desempeño fue cuestionado por ser percibido como «un funcionario que no funcionó».
La figura de De Marchi ya había sido objeto de duras evaluaciones durante el debate legislativo sobre la inminente Ley de Bases. La falta de resultados palpables hizo que algunos sectores pongan en tela de juicio su continuidad desde entonces.
Con esta renuncia de De Marchi ya van 82 funcionarios de alto rango que son expulsados del Gobierno, según el conteo que sigue el politólogo Pablo Javier Salinas.
La última había sido hace una semana: se trató de Gladys Humenuk, quien fue corrida de su cargo de subsecretaria de Coordinación Administrativa por orden de la secretaria general de Presidencia, Karina Milei.