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Estreno de cine: llega «Misántropo» de Damián Szifron, primer película en inglés del creador de «Los simuladores»

El aclamado realizador Damián Szifron, que vuelve al cine el jueves tras una década sin estrenar películas de la mano de su primer largometraje en inglés, el thriller policial «Misántropo», aseguró que con el paso de los años siente «más presión» a la hora de filmar.

El regreso de Szifron a las salas se concretará con el debut de la película protagonizada por Shailene Woodley, estrella en la serie de HBO «Big Little Lies», y Ben Mendelsohn («Rogue One: una historia de Star Wars»), en la que el talentoso director además tiene roles como guionista, productor y montajista.

La cinta transcurre en Baltimore y sigue la investigación de un asesinato masivo ocurrido en la noche de Año Nuevo a manos de un francotirador, en la que una retraída pero talentosa policía de bajo rango es reclutada por el FBI para integrar el equipo a cargo de captura del homicida.

El creador de «Los simuladores» habló sobre las dificultades y desafíos de su nueva película a partir de la temática del filme y su producción al mismo tiempo que ocurrían atentados terroristas y matanzas con armas automáticas, que terminaron por forzarlo a borrar el característico humor que le imprime a sus historias.

«La primera imagen que tuve fue más o menos en 2010, y la escena que me asaltó fue la del principio: un tirador nocturno, anónimo, en medio de un festejo masivo en el que se respira cierta frivolidad y euforia, con un exceso de alegría. Y la imagen -y el sonido, en realidad, porque fue una imaginación sonora- es que nadie escucha los tiros porque los fuegos artificiales están explotando», explicó Szifron sobre la idea inicial.

En ese sentido, agregó que le pareció «una idea interesante porque la gente va muriendo y los que están alrededor no notan que los tipos están cayendo, porque podrían ser desmayos, y tardan en reaccionar».

«Otra imagen que tuve unos meses después fue una especie de remolino descendiente que imaginé: ‘esta va a ser la película de un tipo que entra en una espiral de destrucción progresiva y la protagonista va a sumergirse en ese espiral de destrucción, va a ir hasta el fondo, y ella va a volver a salir’. Vi esos polos opuestos y esos dos personajes, sin todavía ninguna de las caracterizaciones que aparecieron después», explicó sobre los dos roles antagónicos sobre los que se revuelve la trama.

_¿Cómo se fue gestando la película tras la idea inicial y por qué terminó siendo en inglés?

Damián Szifron: En ese momento, 2010, no tenía demasiado sentido para mí que la película esa transcurriera en Argentina y tampoco filmar una película afuera porque no estaba dentro de las posibilidades. Después, en 2014, «Relatos Salvajes» se estrena en Cannes con enorme repercusión y empieza un periplo que lleva a los Bafta, al Oscar, a un montón de festivales internacionales, y recibí un montón de propuestas para filmar en todos los países. Y tenía muchas historias, la verdad que venía acumulando… antes de «Relatos Salvajes» también pasaron como siete u ocho años que no filmé. Así que en esa época desarrollé: yo escribo más de lo que dirijo. Escribo mucho y filmo poco. No porque quiera: se me termina dando así, pero digamos que le doy rienda suelta a la satisfacción de escribir y entonces tenía muchos argumentos.

-¿Qué recepción tuvo entonces la idea de «Misántropo» entre los ejecutivos de los estudios?

-Cada vez que la contaba, el ejecutivo de turno decía que ya nadie hacía thrillers, que las películas de suspenso, mayormente, estaban basadas en cuestiones sobrenaturales o de terror, tipo «Hostel» (2005) y esas cosas, porque ya no había esa sensación de peligro real e inminente, y que también había pocas películas de presupuesto medio destinada a adultos. O grandes franquicias de superhéroes sino películas más de circuitos de festivales muy bien reseñadas por la crítica y con audiencias fieles pero reducidas. Y me decían que faltaban esas películas de antes que poblaban todos los cines. Faltaban thrillers.

¿Con qué dificultades te encontraste en esta nueva estructura?

-Me puse a escribir el guion en 2015 y empezaron a sucederse una serie de asesinatos en masa muy reales, que los recuerdo todos porque cada vez que había uno, me llamaban de la productora de ese momento y me preguntaban «¿Tu asesino no podrá envenenar gente en vez de disparar con un arma?» Les dije que no, que «esa película no la veo». Y siempre estaban buscándole la forma de atenuar o disminuir, y con el correr del tiempo, la coyuntura que permitía la producción de la película se fue disipando hasta el punto de que medio que era la oveja negra este guion y, directamente, la sugerencia era que no había que hacerla. Por múltiples razones: por un lado, los eventos eran dolorosos y muy presentes y, por el otro, en un nivel más pragmático de pensamiento de estudio, de productor, si vos preparaste tu lanzamiento para una determinada fecha y ocurre un evento de estos cercano al estreno, tenés que levantarlo y toda la plata de la promoción se pierde, entonces me decían que por qué no hacía otra cosa.

– ¿Cómo te sobrepusiste entonces a esa coyuntura adversa?

– Curiosamente, en vez de limitarme, a los productores y a mí nos parecía que era completamente al revés: que, de forma intuitiva, el guion sintonizaba con un malestar que de pronto empezó a manifestarse. Y con determinados eventos que se empezaron a producir con mayor frecuencia, había que contar esta historia. Básicamente, yo creo en el cine para contar cualquier tipo de historia, sin restricciones. Me parece que eso es lo que tiene que hacer. Ahora, últimamente me parece que son pocas las películas que incomodan. Una cosa es hacer una película sobre la injusticia del apartheid o sobre eventos que transcurrieron hace cincuenta, cien o quinientos años, y otra cosa es hablar sobre un problema que es tan actual. Se hacía mucho en los 70, medio que todas las películas eran así.

Tu humor característico estuvo necesariamente acotado en esta película, ¿cómo te resultó este registro desprovisto de comedia? ¿Tuviste que contenerte?

-Había varios gags que los saqué porque sentí que por la temática de la película tenía que cuidar un poco la sensibilidad. Fue autocensura: la verdad que no hubo imposiciones en ese sentido, pero bueno, me parecía que no era necesario. Dejé un par de chistes porque el humor es parte constitutiva de la experiencia humana y la gente hace chistes hasta en velorios, es una forma de distender la angustia y no puedo evitarlo. Sospecho de una película que no tiene nada de humor; la siento irreal. Incluso en un dramón, me parece que hay momento en el que pasan cosas que son graciosas, pero definitivamente esta no es una comedia.

T: ¿Te generó mucha presión que esta película sea tu debut en inglés y la primera en diez años después haber tenido la más taquillera argentina?

DS: Muchísima presión. Creo que, con los años, siento más presión, lamentablemente. Aunque estoy planificando algún tipo de cambio. En este momento, a raíz un poco de esta película y su estreno, y cierta controversia e incomodidad que va a generar, siento que voy a usar esa coyuntura para hacer algún tipo de quiebre, porque no quiero estar preocupado, tenso ni quiero perder libertad a la hora de imaginar los próximos proyectos. Pero noto que a medida que fui creciendo van surgiendo más temores que al principio. Por ejemplo, hay líneas en episodios de «Los Simuladores» que digo: «¿Cómo escribí eso?». Hoy lo pasaría por por el tamiz de un sinfín de antivirus y no sé si pasaría el filtro; no me animaría a poner una frase así. La incorrección política persiste en esta película: tiene un grado de subversión: hay empatía, no simpatía, porque no me parece para nada que esté justificando al homicida, pero hay comprensión. Hay acercamiento y no hay empatía con otros personajes, como el ala política del FBI, que se supone que tienen que defender el bien común. No suelo verlo eso en las películas: en este género, los malos son malos y punto.

(Télam)


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