franco-colapinto:-argentino-como-el-dulce-de-leche

Franco Colapinto: argentino como el dulce de leche

La irrupción de Franco Colapinto en la Fórmula 1, es una bocanada de aire fresco para el deporte argentino.

No solo por la juventud del pilarense, que con tan solo 21 años ha logrado ocupar una butaca en el firmamento del automovilismo, sino también por la manera en que demuestra el sentimiento por nuestro país.

Al actual dueño del Williams 43, indudablemente lo ayuda su carismática presencia, virtud que explota con notable espontaneidad y que lo ha llevado a ser tapa de Forbes, estar permanentemente en las redes sociales y a realizar gran cantidad de comerciales en poco tiempo.

Su arte a la hora de conducir lo lleva a ser un piloto prolijo, pero a la vez arriesgado, sabiendo cuanto debe demostrar en las nueve carreras del 2024 para las que ha sido convocado.

El hecho de no haber dañado mayormente a su monoplaza, de buscar siempre progresar y defenderse bien cuando es asediado, lo convierte en un conductor llamativo a pesar de su corta edad y de, claramente, no contar con la mejor tecnología a su disposición.

Extremo hoy imprescindible, en un mundo telemétrico donde la inversión económica y las actualizaciones, son casi tan o más importantes, que la pericia que pueda ofrecer un piloto. Lewis Hamilton y Fernando Alonso, múltiples ex campeones del mundo, pueden dar fe de dicha verdad.

Con un estilo descontracturado, Colapinto responde al periodismo y fans, sin perder de vista nunca su origen y reconociendo a quienes lo precedieron en el volante.

El hecho de festejar una buena actuación con la bandera celeste y blanca y subirse a un alambrado para compartir con cientos de compatriotas, es una marca de origen “argenta” que sorprende al mundillo del volante.

El demostrar tanta admiración por Lionel Messi o Emanuel Ginòbili -quien lo visitó en la previa de la carrera de Austin, Texas-, demuestra que es una generación que mientras creció, ha recibido el influjo ganador de estos grandes deportistas. Es quizás en estos primeros brotes de nuevos competidores, donde se comience a notar la importancia de tal legado.

Pero la cuestión no se detiene allí, ya el bonaerense ha manifestado un enorme respeto por el quíntuple campeón del mundo Juan Manuel Fangio -un adelantado a su tiempo y conocedor al dedillo de cada partícula de su auto- y por Carlos Alberto Reutemann, de quien en su tributo, solicitó se le haga un nuevo casco.

Que defienda a su querido Boca Juniors o reaccione, sanguínea, aunque poco educadamente frente al pedido de un fan o de un reportero inglés, son facetas naturales de su personalidad que revelan su sentir.

Tal vez sea esta una generación que quiera a su país de otro modo. El mismo que evidenciaron Bizarrap junto a Duki y la T y la M, al grabar un video en una canchita cualquiera, cuando Argentina fue campeón mundial en 2022 al son de: “El equipo y el pueblo estamos juntos”.

Un mensaje apolítico, de una camada de jóvenes que no se dejan usar, tal como lo hizo la Scaloneta, al no prestarse al juego de la foto en la casa rosada, a la vuelta de Qatar.

Con la fuerza del talento estos veinteañeros demuestran que pueden llenar estadios con una identidad propia, sin dejar por ello, de querer tanto a ese país del fin del mundo que los vio nacer.

Quizás donde lo de este rubio sea realmente diferente, es que el público pueda disfrutar de sus logros, sin que sea primero. Ni siquiera sin que suba al podio. Que pueda reconocer que se consiga un puesto 10 y ganar un punto, o el superar a otro piloto en una buena maniobra de adelantamiento. En ello si hay una novedad, digna de ser celebrada. La de valorar el proceso y entender más racionalmente las dificultades.

Es por ello que esta generación de jóvenes, frente a un país destrozado, alienta a pensar en un futuro mejor. Algo que nos resulte a todos más apetecible, como una cucharada de dulce de leche.

*Abogado. Prof. Nac. de Educación Física. Docente Universitario