Hay leyendas que meten miedo y asustan, y que generalmente tienen como protagonistas a animales y entidades que constituyen una verdadera fauna del terror. Lobizones, toros colorados, la media res, el caballo marino, el yaguareté abá, la onza Borges, la tropilla invisible del señor de las aguas, el cuero uñudo, la dama de blanco, la salamanca y tantas otras que forman parte de las creencias del folklore iberoamericano.
Valcheta, en la región sur de Río Negro, no podía escapar a la regla general y es cuna de varias de ellas como la Dama de blanco y la Bernabé Lucero, el salamanquero.
Según cuentan memoriosos vecinos cercanos al paraje Punta de Agua (donde finaliza su curso el arroyo Valcheta) en noches sin luna para asustar y destrozar a los incautos que osan pasar por el lugar, se aparece el terrorífico “chancho negro”.
Arrasa con sembrados y animales y es implacable también con los seres humanos, vive tanto en tierra firme como en los bajíos y lagunas del arroyo.
Sus ojos –dicen- brillan temibles en las noches y sus gruñidos hielan la sangre del más valiente. En el pueblo a los niños que se portan mal sus padres aluden al chancho negro.
Esta leyenda, como casi todas, está extendida a la zona de nuestro litoral y el ser de la república del Brasil.
El investigador Félix Coluccio en su ameno libro (no se recomienda su lectura en la noche) “Fauna del terror en el folclore iberoamericano” dice lo siguiente sobre esta maligna entidad:
“Aparece en las noches oscuras. Es de gran tamaño, impresionante.
Impíamente ataca personas y animales, matándolos y destrozándolos. Nada puede detener su marcha: ni balas, ni piedad, ni maldiciones.
Tiene el aspecto de un enorme cerdo negro, y para lograr sus propósitos tanto marcha sobre un terreno sólido como en los pantanos, con la misma ligereza en uno como en otro. Sus ojos fosforescentes, diabólicos, le ayudan a encontrar a sus víctimas, aunque estén ocultas en lo espeso del monte y de los matorrales.
Un instinto ciego y mortal lo lleva hasta el más seguro escondite, multiplicando su rabia cuando logra su propósito después de haber husmeado todo”.
Un viejo amigo y poblador del paraje me mostró cuando lo fuimos a visitar para comprarle un cordero varios animales muertos y destrozados, y con voz angustiada nos dijo: -¡Otra vez el maldito chancho negro haciendo de las suyas!!
Leyendas, cuentos de fogón, ánimas, apariciones de la realidad no-ordinaria, sugestiones de la gente de campo. ¡Quién puede saber!!!
Yo, por las dudas, cuando visito Punta de Agua (un hermoso lugar, lo hago de día, y ni por casualidad ni me acerco a los corrales donde encierran a los porcinos), no vaya a ser que se me aparezca el infernal chancho negro.