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El pedernal y la historia de la humanidad

El pedernal y todo el mundo de rocas afines y variedades de sílice han marcado la historia de la humanidad desde los más remotos tiempos. Pensemos simplemente en los primitivos antropoides de África buscando esas rocas silíceas que al golpearlas con otra roca generaban filos cortantes. Filos que les permitían crear herramientas para atacar, defenderse, cazar y despellejar los animales cazados.

El pedernal y todo el mundo de rocas afines y variedades de sílice han marcado la historia de la humanidad desde los más remotos tiempos. Pensemos simplemente en los primitivos antropoides de África buscando esas rocas silíceas que al golpearlas con otra roca generaban filos cortantes. Filos que les permitían crear herramientas para atacar, defenderse, cazar y despellejar los animales cazados.

El arma era la extensión del brazo con un material mucho más duro que el hueso. Por cierto, el pedernal es más duro que el acero. Ese tipo de rocas se caracterizan por su fractura concoidea que da lugar a los filos mencionados. Tal vez una herida cortante disparó el acto cognitivo de causa efecto entre roca, filo y arma. Y en esa primitiva acción de romper una roca en busca de un objeto utilitario comenzó la tecnología. Y al romper esos pedernales saltaron chispas. Y la chispa encendió el fuego que permitió un nuevo salto tecnológico a la humanidad. Que luego seguiría avanzando con las viejas pistolas de pedernal donde el percutor de metal golpeaba la piedra y arrojaba chispas que encendían la pólvora y disparaban la bala.

Y algún día ese silicio llegaría al chip de las computadoras y a dar el nombre a una ciudad tecnológica: Silicon Valley. Gracias al aprovechamiento de las rocas y minerales en tres millones de años el hombre salió desde sus remotos orígenes animales en África a navegar hacia las estrellas. Tal como lo hacen actualmente los Voyager que ya abandonaron el sistema solar en su viaje interestelar.

Carl Sagan lo dijo con mejores palabras: «En cinco mil millones de años la Tierra será absorbida por el Sol. Lejos de casa, inalterados por tan remotos acontecimientos, los Voyager, portadores de la memoria de un mundo ya extinguido, continuarán navegando por el espacio».

Piedra de la lumbre

Pedernal o peñuela es la palabra española para una roca silícea de grano fino y fractura concoidea. Es equivalente al sílex, al flint y al chert en lengua inglesa. Cuando esos pedernales servían para hacer el fuego recibían el nombre de «piedra de chispa» o «piedra de lumbre».

Hacer fuego a partir de la piedra fue toda una técnica que evolucionó con los milenios. Yesca, eslabón y pedernal fueron los elementos básicos. Como armas, gérmenes y acero fueron los elementos decisorios en la conquista de América. La variedad negra lidita se usaba como «piedra de toque» para conocer el contenido de oro del metal. Los guijarros de pedernal que tenían cierto tamaño y forma se utilizaban en los molinos de piedra y recibían el nombre de «moleña». O sea, bolas de molino y hasta las propias piedras o muelas de molino se hacían con esas duras rocas silíceas.

La minería del pedernal es la más antigua que se conoce. No solo en trabajos superficiales sino también en excavaciones que llegaron hasta los 100 m de profundidad. Se conocen pozos y socavones realizados hace más de 30.000 años para la extracción del pedernal de sus capas madres. En Egipto, países europeos del Mediterráneo y Escocia. Buscaban el flint por su característica fractura concoidea. La ruta del flint se puede seguir por miles de kilómetros ya que era una mercancía muy estimada y comercializada desde el paleolítico. Cada criadero de esos flints tiene sus propias características genéticas y por tanto se puede llegar a identificar de donde proviene una pieza que fue encontrada a cientos o miles de kilómetros de su lugar de origen.

En 1991 participé del VI Simposio Internacional del Flint que se llevó a cabo en España organizado por los doctores María de los Ángeles Bustillo y Antonio Ramos Millán, donde se debatieron en profundidad todos los temas relacionados con esas rocas silíceas. Los trabajos fueron recopilados en un volumen impreso por el Instituto Tecnológico Geominero de España. Allí se estudiaron todas las etapas, desde la génesis geológica de los depósitos de pedernales, hasta su prospección, explotación y la fabricación de herramientas líticas de las más diversas técnicas desde el paleolítico al neolítico. Participaron de dicho encuentro geólogos, arqueólogos, paleoantropólogos, historiadores y otros profesionales afines de los distintos continentes.

Confusión de nombres

Existe una gran confusión a la hora de definir por su nombre a las rocas silíceas. Muchas veces se da el mismo nombre a rocas distintas y otras veces se dan nombres distintos a rocas iguales. De allí la gran cantidad de sinónimos o vocablos relacionados con chert, flint, sílex, pedernal, ftanita, sínter, ópalo, jaspe, petrosílex, silexita, hornstone, firestone, lidita, touchstone, piedra de chispa, piedra de lumbre, peñuela, moleña y muchos más. En algunos casos es por el color, en otros por las fracturas o bien por la mineralogía dominante.

Los ingleses prefieren reservar el término flint para el material con el que los antiguos hicieron sus puntas de flechas o proyectiles. Reservan el término flint para las rocas silíceas con fractura concoidea y el término chert para rocas afines con una fractura de tipo más astillosa. Y es que el óxido de silíceo, además de formar el cuarzo universal en todas sus variedades de color (amatista, citrino, rosa, ahumado, hialino, lechoso, etcétera), da lugar también al ópalo, ágatas, calcedonias, etcétera. Pero además se encuentra vidrio fundido de baja presión por la caída de rayos en la arena o bien vidrios de alta presión formados por el choque de asteroides con la Tierra.

Nuestras rocas silíceas

Rocas silíceas duras y con fractura cortante fueron ampliamente utilizadas en el noroeste argentino desde los tiempos de los paleo-cazadores del Pleistoceno a fines de la última era glaciar. Téngase en cuenta el tamaño y las gruesas pieles que cubrían a aquellos mastodontes, megaterios, gliptodontes, milodontes y otros representantes de la megafauna.

Entre las rocas silíceas que utilizaron, las más comunes son unos pedernales verdes, verde agua, que se encuentran ampliamente diseminados a lo largo y ancho del Valle de Lerma. Son unas rocas silíceas de grano muy fino y fractura concoidea que aparecen golpeadas por la mano del hombre para obtener piezas de proyectiles. Quedan como evidencia los núcleos que son las rocas sometidas a esa percusión y las lascas o fragmentos desprendidos. Con algunos fragmentos hacían puntas arrojadizas y con otros raspadores para separar la carne del cuero en los animales cazados. Los rodados de esas rocas silíceas verdes provienen de la Formación Puncoviscana, una unidad geológica marina ampliamente distribuida en el norte argentino. Forman el núcleo de muchas sierras de la Cordillera Oriental. Esas rocas se originaron en un fondo oceánico particularmente por corrientes de turbidez y pertenecen al límite Precámbrico – Cámbrico. A veces están fuertemente atravesadas por venillas de cuarzo lechoso.

En los ríos Corralito y Blanco, ambos cerca de Campo Quijano, se encuentran grandes bloques sueltos de conglomerados pertenecientes a esa época geológica. En el río Corralito se han encontrado rodados de sílex marrones y rojizos en esos bloques sueltos de conglomerados. En el río Blanco se han encontrado sílex verdes en esos mismos conglomerados. Es interesante destacar que dichos sílex podrían contener microfósiles silíceos de gran antigüedad. También los paleo-cazadores y otros pueblos indígenas usaron una gran variedad de rocas cuarcíticas de grano fino y colores mayormente pardos provenientes de rocas marinas del Cámbrico y Ordovícico, ampliamente distribuidas en la Cordillera Oriental. Muchas de esas rocas precámbricas, cámbricas y ordovícicas han sufrido un leve metamorfismo por presión y/o temperatura que las hizo más duras todavía.

Una fuente de sílex menos conocida se encuentra en las rocas calcáreas de la clásica Formación Yacoraite, una caliza amarilla de amplia distribución en el noroeste argentino. En algunos parajes se han encontrado abundantes nódulos y concreciones de sílice que reemplazan a la caliza. Algunos de ellos arrojan muchas chispas al ser golpeados con el martillo. La mayoría son grises o blanquecinos, pero también se encontraron algunos de colores naranjas o rojizos que pueden ser lapidados como piedras semipreciosas. En la Puna se han encontrado interesantes variedades de sílice como producto de fluidos hidrotermales asociados a vetas mineralizadas. En rocas del noreste del salar del Hombre Muerto, en cercanía de yacimientos de oro, se encontró una variedad de sílex negro.

Las obsidianas son también rocas silíceas que fueron muy usadas para puntas de proyectiles por los antiguos habitantes de la región, pero tienen un origen diferente ya que se formaron por el enfriamiento rápido de lavas ácidas. Las hay transparentes, grises, verdes, negras y de otras tonalidades. Algunas obsidianas negras y macizas pueden lapidarse como piedras semipreciosas. La mayoría de las obsidianas de la Puna provienen de coladas volcánicas del período Mioceno. Al final del día las rocas silíceas acompañaron al hombre en miles de usos a lo largo de la historia de la humanidad. Con esas rocas se hicieron vidrios comunes y especiales que se aplican en casas y edificios, automóviles y aviones, barcos y trenes, pantallas de televisores, celulares y computadoras, pírex, platos, vasos y bandejas de cocina, frascos de farmacias, perfumerías y ampollas de vacunas, botellas de vino, cerveza o gaseosa, y cualquier otro uso útil que se aplique en la tecnología moderna.