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Capital, tierra clave: ¿Y si Baistrocchi termina dando el envión decisivo a Uñac?

Números más o números menos, el capitalino Emilio Baistrocchi es el intendente mejor posicionado del espacio uñaquista, por escándalo. Lógico, si se consideran los territorios gravitantes, que es donde se juegan no sólo los ejecutivos municipales sino también su impacto en la cuenta gruesa: la gobernación.

Hay otros de fuerte valoración, comenzando por el flamante candidato a vice Cristian Andino que arrasa en su San Martín. O los capangas de pago chico como el ullunero Soler o el zondino Atampiz, pese a que sus gestiones no son bien percibidas tierra afuera. Pero entre los que disponen de un peso que pueda empujar por los porotos grandes, no hay como Baistrocchi en el uñaquismo, alejado ya de la órbita el chimbero Gramajo (si es que alguna vez estuvo en la órbita). Rawson no rankea ni cerca, a Pocito le cuesta, el resto lo pelea mano a mano.

Es curioso el ida y vuelta: la irrupción de Baistrocchi a la Capital se produjo por atracción exclusiva de Sergio Uñac. Fue en el 2019, en la primera reelección del actual mandatario, cuando los cuerpos de elite políticos de entonces enviaron a la mano derecha del jefe a pelear en territorio al menos hostil, a defender la enseña de la casa.

Emilio era el ministro de Gobierno de la primera gestión y se sabía que su salida provocaría un vacío difícil de completar. Aun así, la estructura decidió pagar el precio para salir a conquistar un espacio que no estaba asegurado como propio con Franco Aranda. Y lo consiguió de la mano de la tracción de la boleta del gobernador, primero en la Paso y luego en la general contra Colombo. Igual que ahora.

Ahora, la ecuación puede invertirse: si Emilio consigue asomar la cabeza por sobre las perspectivas del espacio, podría llegar a aportar el caudal vital para dar el empujón a la fórmula provincial. Convalidando, claro, la apreciación predominante en el oficialismo de que serán las postulaciones departamentales más fuertes las que entreguen ese diferencial en una elección general bien pareja.

La cuenta que sacan es la siguiente: en Capital hay algo más de 93 mil electores habilitados, si fueran a votar entre 60 y 65 mil, por qué no ponerse el objetivo que traccionar 5 mil votos adicionales. Que en la cuenta provincial puede ser significativo. De hecho, es la diferencia a favor que cosechó el espacio sobre la oposición en el último turno del 2021.

Bajo la actual dispersión electoral, 5 mil votos más o menos no son cualquier cosa. Y si el oficialismo provincial dispone de una modalidad de recuperarlo es apelando a sus tanques distritales. Como el caso de los distritos más grandes donde esa cifra nominal implica una pequeña variación porcentual: el comandado por Baistrocchi. O en lugares más chicos en los que el diferencial porcentual puede ser bien holgado, como San Martín. Ningún voto está demás para el cuartel central.

Pero atención que las cosas no son tan sencillas. Porque para Baistrocchi acecha también la incertidumbre sobre qué pasará con su propio voto, más allá del efecto que pueda tener en la cuenta general.

Porque la gestión del intendente capitalino aparece muy sólida en la valoración del vecino, bien por encima de la mayoría de los ciudadanos que la consideran con el pulgar arriba. El ritmo de las obras en arterias centrales y en la profundidad de los barrios, sobre todo. No hay puntos que la gente perciba visiblemente flojos en los servicios municipales, tampoco hay listas de pedidos imposibles. Lo notan en las recorridas de campaña de los funcionarios cara a cara.

Pero la intención de voto no coincide todavía con ese potencial de aprobación de la gestión, lo que sugiere que hay todavía terreno fértil por delante a nivel político. Tampoco aparecen indicadores alarmantes, casi siempre alrededor de los 30 puntos según el estudio que se mire. Claro, con eso puede no alcanzar para ganar.

La clave de esa lectura para interpretar los flujos de la voluntad popular es que si bien la valoración de la gestión es de alta a muy alta –en los mejores niveles de un intendente capitalino de hace mucho tiempo-, el contexto político en el que se plantean estas elecciones es delicado en extremo. Empezando por el malhumor de la inflación. Eso es lo que explica que un intendente de gestión aprobada por la ciudadanía no disponga de certezas sobre su continuidad.

Y es lo que el laboratorio político capitalino intenta abordar. El primer camino fue detectando una franja de crecimiento sobre el electorado independiente, que en esta ocasión pueda preferir alguna otra identificación política que no sea la suya. Allí encuentran un desfiladero, de exploración delicada, en el que se puede operar para afirmar la voluntad del electorado.

Luego aparece la variable política, que no es indivisible de la gestión pero termina influyendo de modo gravitante si no se tocan correctamente esas teclas. Hacia adentro y hacia afuera.

Entre los propios, es toda una novela cuya trama está servida en bandeja por el sistema de ley de lemas: compiten pero se suman entre ellos. Por lo tanto, resulta complicado encontrar los límites. En los últimos días, se picó con al menos dos de los competidores internos. Con Gabriel Castro, del sector de Aranda que avanza por el lado de Gioja, parece más natural que ocurra: Castro defiende la gestión anterior –la de Franco- que es petardeada por el intendente Baistrocchi. Además, está latente el cruce Uñac-Gioja de fondo.

Más inexplicable es lo de Carlos Lorenzo, coequiper de Baistrocchi en el uñaquismo que ha lanzado críticas a la gestión, que en el equipo municipal no han caído bien. No entiende demasiado de qué lado juega –argumentan- y sostienen que es llamativo que critique sólo a Emilio y no se le haya escuchado nada sobre los opositores en Capital. Igual, ambos cruces sirven: suma que todos crezcan.

Luego está la acción política frente a los ajenos, asunto que también ha escalado algunos decibeles en los últimos días. La consigna para ellos fue abandonar la acción pasiva respecto de los adversarios políticos, cosa que mantuvieron como un credo durante años pero ahora creen que es momento de dejar de aparecer de brazos cruzados y dejando hacer.

En esa contemplación se inscribe la dura réplica lanzada por Horacio Lucero –primera espada política de Baistrocchi y candidato además- a la sugerencia que hizo Rodolfo Colombo en Canal 13 de que “se juntan todos a cantar la marchita”. A Baistrocchi se le puede decir cualquier cosa, menos kirchnerista. Pero hasta acá, nunca habían salido con tanta decisión a marcar la cancha y evitar que el resto juegue solo.

Por eso apareció Lucero con un voto de la elección de 2007 que llevaba la fórmula presidencial de Cristina-Cobos pegado a la boleta municipal de Colombo, con el agregado adicional de Susana Laciar. Amplificado a formato televisivo, ni un paso atrás en ese plano es la nueva estrategia a cumplir. Que podría tener nuevos capítulos llevando a la arena política a dirigentes opositores a los que consideran hasta ahora esterilizados. Delicias del último tramo de campaña.