“El sentido del humor es algo muy valioso; no poder ver el mundo a través del humor sería insoportable”, aseguró hace un tiempo una de las actrices más notables de la argentina, nacida en Rosario, la querida y destacada Andrea Fiorino, quien falleció en horas de la tarde-noche de este viernes, a los 59 años, dejando consternado a todo el medio artístico y mediático local y a un público fiel que la acompañó siempre.
La carrera de Andrea, como pocas actrices de un talento e histrionismo infrecuentes, y precursora, entre otras, del humor hecho por mujeres en Rosario, está marcada por una serie de unipersonales y trabajos en el medio como conductora, a los que dotaba de esa singularidad que le ofrecía la vis cómica de la que pudo hacer gala a lo largo de todo su recorrido, incluso con los giros que le dio con el paso del tiempo hasta llegar a su último estreno, Un día de poder, un trabajo que estuvo en cartel hasta hace algunas semanas y donde una vez más se había corrido de su lugar de comodidad para tomar partido por los horrores que se viven en el presente.
Desde muy pequeña, Andrea inició una intensa carrera en el terreno de la danza, que se extendió por más de dos décadas, abarcando géneros que iban desde el ballet clásico hasta las danzas españolas, jazz, tap y tango. Participó como bailarina en distintas compañías y continuó como coreógrafa y docente hasta mediados de los años 90 donde descubrió la actuación.
Fue por un hecho fortuito, en 1989, coreografiando una versión de Sueño de una Noche de Verano que se estrenó en el Parque Independencia, que el director de esa comedia de Shakespeare, Jorge Dunster, le ofreció hacer el personaje de Puck y a partir de allí comienza a dedicarse por entero a la actuación.
Continuó con el mismo director con las obras Catástrofe 1 y Diamante, y siguieron Pic-nic de Fernando Arrabal y Recortes de un desprolijo a partir de texto de Roberto Arlt, ambas dirigidas por Gustavo Guirado. También Orquesta de señoritas dirigida por Chiqui González. Poco a poco descubrió el café concert y fue así que por unos años se sumó al recordado grupo de humor Extravaganza, como actriz, cantante y coreógrafa.
Por esos años también incursionó en la televisión, medio al que volvería en Canal 5 con programa propio, Lo que ellas quieren, un paso por el clásico local De 12 a 14 y más recientemente con Ningunas locas en el canal de la provincia junto a la periodista Sonia Tessa. Dirigió en teatro El gato negro y como actriz se destacó por esos años con El Discurso, el unipersonal que la posicionó como una enorme referente del humor rosarino de proyección nacional y por el que recibió varios premios y nominaciones.
Poco tiempo después descolló con su Homenaje a Niní Mashall donde interpretaba muchos de los personajes de la recordada capocómica, al tiempo que en años siguientes sumó una serie de unipersonales.
Por aquellos años, la Municipalidad de Rosario le otorgó un reconocimiento como Artista Destacada de la Ciudad. También hizo lo propio la Asociación Argentina de Actores y la Asociación Procultura Musical, al tiempo que en 1999 fue nombrada Ciudadana Artista Distinguida de Rosario.
Entre finales de los 90 y comienzos del 2000 dirigió y fue parte del elenco de Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, y unos años después también dirigió a Silvina Santandrea en Poveretta María, un homenaje al neorrealismo italiano.
Desde comienzos de este siglo y por varias temporadas presentó su unipersonal Pequeñas terapias ilustradas, al que le siguió Para la cartera de la dama o el bolsillo del caballero, al tiempo que luego repuso su homenaje a Niní al que llamó Recordando a Niní Marshall.
Entre el 2009 y 2012 formó parte del elenco de Anfitrión Cabaret, en Buenos Aires, espectáculo dirigido por la también rosarina Noralih Gago con la que años más tarde hizo temporada en La Comedia, y acompañó como coach de actuación a su amigo y colega Juan Pablo Geretto en Yo amo a mi maestra normal.
Con pasos por el cine en ficciones y la docencia en Plataforma Lavardén, también realizó entre México y Argentina Canciones de ida y vuelta, estrenó Dios los cría… junto al actor y luthier Salvador Trapani, en 2015 El destino de los huesos, a partir de la novela de Virginia Ducler, en 2020 dio a conocer 30 años, un recorrido al azar, un repaso notable por sus tres décadas de trabajo, luego junto a Claudia Schujman, y con los ecos de la pandemia, estrenó Crónica de una debacle, y a fines del año pasado, Un día de poder, con el que estuvo haciendo funciones hasta hace unas semanas.
La vis cómica Si algo ha caracterizado el trabajo de Andrea Fiorino fue su inagotable capacidad para ir dotando a los personajes de algo que le pertenece. Construidos y potenciados desde los detalles que ella misma terminaba de abordar cada vez que los presentaba frente al público, su mayor valor estaba en la vis cómica que la caracterizaba y que trascendía los escenarios para acompañarla en la radio, la televisión o incluso en su vida cotidiana. “Yo a la vis cómica que muchos dicen que tengo la relaciono directamente con mi sentido del humor”, aseguró la actriz hace unos años en una larga charla con El Ciudadano.
El registro y la intuición “Yo creo que hay cosas que no se aprenden”, dijo Andrea en aquella misma nota y en relación con algunos aspectos de la formación artística que exceden lo académico.
“En todos estos años –continuó– pude comprobar que hay cosas que son innatas; en algunas personas hay una gracia que es inmanente y que no tiene escuela. Pero también soy de las actrices que considera que todo se puede aprender o desarrollar de algún modo; hay que dedicar tiempo y esfuerzo, no sacrificio porque no acuerdo con eso”.
“Pero sí reconozco que desde muy chica tenía algo muy marcado con el tema de la gracia y también todo lo demás, porque desde la actuación hice cosas por fuera del humor. Por ejemplo, El destino de los huesos, que me costó muchísimo, tanto actuarlo como encontrarle la vuelta al texto; estuve años para adaptar la novela original, pero el desafío era salir de la comodidad y proponer otra cosa”, ejemplificó.
Fiorino, que de la danza a la actuación pasó casi de manera casual cuando en 1989, montando la coreografía de la recordada y referida versión de Sueño de una Noche de Verano, de Shakespeare, que dirigió Dunster, con el que luego continuó trabajando, le ofreció hacer nada menos que el disparatado Puck, no paró de trabajar como actriz en todos estos años.
“Haber tenido continuidad en la actuación, algo que a veces no pasa en Rosario, incluso es una cuestión que para algunos artistas puede llegar a ser hostil, me permitió que la actuación se convierta en mi medio de vida. Si yo hubiese trabajado de otra cosa, como pasa con tantos compañeros y compañeras, quizás me relajaba y pasaban dos años y no hacía nada. Bueno, yo no pude hacer eso porque el teatro es mi trabajo, mi medio de vida”, dijo aquella vez.