Científicos de Argentina y el Reino Unido realizaron un estudio preclínico en el que lograron avances significativos al utilizar un anticuerpo monoclonal en el laboratorio.
Hoy 08:14
Dos personas por cada 100.000 habitantes desarrollan cada año una enfermedad de la médula ósea, que hace que se produzcan demasiadas células sanguíneas de un tipo específico, como glóbulos rojos, plaquetas o glóbulos blancos. En algunos casos, los trastornos, que se conocen como neoplasias mieloproliferativas, pueden progresar a formas más graves como la leucemia.
Científicos del Conicet y la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires de la Argentina y de la Universidad de Oxford, en el Reino Unido, consiguieron identificar que una proteína puede ser útil como biomarcador para ayudar al diagnóstico de las neoplasias mieloproliferativas.
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La proteína se llama galectina-1 y estudios anteriores han demostrado que tiene un rol determinante en muchos procesos relacionados con el funcionamiento del sistema inmune del cuerpo humano.
La nueva investigación fue más allá: los científicos también lograron demostrar que un anticuerpo monoclonal podría convertirse en una potencial intervención para el tratamiento de esas patologías.
La investigación se publicó en la revista Science Translational Medicine, del grupo de revistas de la Asociación Estadounidense para el Avance de las Ciencias. Los resultados aún deben ser comprobados a través de ensayos clínicos con voluntarios humanos que evalúen la eficacia y la seguridad.
En diálogo con el doctor Gabriel Rabinovich, uno de los coautores desde el lado argentino -quien trabaja en el Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME) del Conicet- contó los detalles del estudio.
“Varios años atrás, el grupo de investigadores de Bethan Psaila y Adam Mead, en la Universidad de Oxford, nos contactó para llevar a cabo una colaboración. Ellos habían estudiado y publicado sobre las neoplasias mieloproliferativas, como la mielofibrosis. Se sabe que hay tres mutaciones que se pueden adquirir durante la vida humana que están involucradas”, contó.
Los científicos en el Reino Unido estaban estudiando los genes y las células de pacientes con la enfermedad en comparación con personas sanas. Allí encontraron que los pacientes con mielofibrosis tenían niveles más altos de la proteína galectina-1.
Juntos, los investigadores de la Argentina y el Reino Unido hicieron un mapa de la comunicación cruzada entre los tipos de células en la médula ósea con mielofibrosis.
Observaron que la inflamación y la fibrosis que se produce por la afección están orquestadas por un “cuarteto” de linajes de células diferentes y aclararon cómo se crea un centro de señalización que permite su interacción.
En ese contexto, identificaron que la proteína galectina-1 puede servir como un biomarcador de la progresión a la mielofibrosis en los pacientes. Después, probaron el anticuerpo monoclonal que Rabinovich y su equipo vienen evaluando en ensayos preclínicos.
En ensayos en el laboratorio, con ratones por un lado y con organoides de médula ósea humana, demostraron que el uso del anticuerpo puede reducir la fibrosis causada por la enfermedad. Lo hace al inhibir la acción de galectina-1.
“Antes de este estudio, ya sabíamos que el anticuerpo puede bloquear los vasos sanguíneos que favorecen que los tumores proliferen, entre otros efectos. Ahora, tras cinco años de investigaciones, encontramos que el anticuerpo logra revertir la fibrosis en los trastornos de la sangre. Es decir, el anticuerpo tiene un efecto antifibrótico según el sistema en ratones y en los organoides”, detalló Rabinovich.
Como parte de la nueva investigación, también colaboró Juan Manuel Pérez Sáez, científico del Conicet, cofundador de bioempresa Galtec junto con Rabinovich, y uno de los responsables del desarrollo del anticuerpo monoclonal.
Psaila enfatizó que el desarrollo de terapias dirigidas contra la galectina-1 podría cambiar el tratamiento y mejorar significativamente la calidad de vida de los pacientes.
“Nuestro objetivo es trasladar estos hallazgos al ámbito clínico lo antes posible para beneficiar a los pacientes”, explicó el doctor Mead.
En los pacientes, la enfermedad de la mielofibrosis causa una amplia cicatrización o fibrosis de la médula ósea e impide la producción de elementos de la sangre. Eso conduce al aumento del tamaño del bazo, y al desarrollo de los diversos síntomas.
Los más comunes pueden incluir una sensación persistente de fatiga y debilidad. Muchas experimentan también dolor o sensación de plenitud en el abdomen, que es causada por un agrandamiento del bazo.
Además, es frecuente que presenten fiebre, sudores nocturnos y pérdida de peso inexplicada. Otros síntomas pueden incluir hematomas o sangrados fáciles, además de dolores óseos o articulares.
“En la actualidad, faltan herramientas para controlar los recuentos sanguíneos y evitar las transfusiones. Los tratamientos disponibles pueden controlar los síntomas y reducir el tamaño del bazo, pero no evitan la progresión de la fibrosis de manera sostenida”, dijo a la médica Ana Inés Varela, especialista en hematología e investigadora clínica del Hospital Ramos Mejía de Buenos Aires y miembro de la Sociedad Argentina de Hematología.
“Los resultados del trabajo publicado en la revista Science Translational Medicine abren un camino para investigar más en mielofibrosis”, afirmó.
Se trata de una investigación preclínica “pero sin dudas aporta mucha esperanza -sostuvo Varela-. Ojalá que podamos ofrecer a los pacientes una opción segura que pueda frenar la enfermedad y revertir la fibrosis en el futuro”.
En tanto, el médico Guillermo Arbesú, especialista en hematología e integrante del Grupo Argentino para el tratamiento de hemopatías malignas (GATLA), sostuvo al ser consultado: “La identificación de la Galectina-1 como un objetivo terapéutico trae nuevas esperanzas para tratar una enfermedad poco frecuente y grave que ha tenido pocos avances en los últimos años”.
El desarrollo en curso de un anticuerpo monoclonal contra la galectina-1 muestra -agregó el especialista- “cómo los descubrimientos científicos básicos pueden transformarse en tratamientos más efectivos. Este enfoque integral es clave para enfrentar enfermedades complejas y promover el avance de la medicina traslacional, y se destaca además la importancia de la investigación argentina a nivel mundial”.