Saluden al San Martín de Ferrero que se va con una derrota indigna propia de lso tiempos de Delfino, o tal vez sean los tiempos de estos jugadores a los que hay que apuntar con el cañón de las críticas porque son ellos, y nadie más, los que cargan con la responsabilidad de esta actuación imborrable.
¿Qué les pasa a estos muchachos? ¿Qué los lleva a esa desidia depresiva? ¿Cómo se explica que puedan jugar a algo con tanto desgano? Se supone que en algún momento el espíritu competitivo tiene que aparecer, no puede ser que les guste perder. ¿Es posible que les guste perder?
No hay formas de explicar cómo un equipo se planta en la cancha de manera tan descorazonada desde el minuto uno y, para peor, ese es solo el punto de partida, porque después se van derrumbando más sin importar qué proponga el rival, ni las circunstancias del partido, ni las situaciones favorables que se le puedan llegar a presentar. Simplemente arranca con poca sangre y encima se va desangrando más y más perforando su propio piso.
Así, tras un primer tiempo flojísimo en el que no pateó al arco (¿En cuántos partidos vamos diciendo esto mismo?), se encuentra con el regalo del 8 de ellos que se tiró en el área en vez de meterla y se fue expulsado por doble amarilla (simulación). Todo eso a los 2 minutos del segundo tiempo. O sea que se vienen 43 más la adición en ventaja numérica. ¿Qué más querés?
Pero en San Martín, todo tiempo futuro es peor y por más promisorio que sea el panorama, siempre habrá un grupo de jugadores dispuestos a arruinarlo completamente.
Entonces, ni los recién ingresados que iban a cambiarle la cara al equipo, ni los que salieron de arranque, ni nadie, logara darle una pelotita al pie a un compañero. Nada de moverla para encontrar espacio, aprovechando el hombre de más, no existe la posibilidad de abrir la cancha y desbordar, tampoco de centralizar el jugo para atacar por el medio, ni siquiera se puede decir que “fue con más ganas que fútbol” o que “lo intentó, pero no se le cayó una idea”. No se puede decir nada de eso porque ni siquiera intentó. Solo deambularon por la cancha con una actitud vergonzosa que no hay forma de matizar.
Sabido es que en el fútbol hay dos equipo, y dos arcos, y una sola pelota al que hay que tratar de llevar lo más cerca posible del arquero rival, y que si no lo hacés vos, seguramente, en algún momento, lo hará el otro. Gimnasia es un pobre equipo, pero mucho más rico que este San Martín porque al menos tiene algo de orgullo y tira algún que otro centro Que Meritello despeja hasta que la deja de despejar y un tal juncos, recién ingresado, conecta una palomita inatajable para Sand que hace un año que no ataja una.
De esa forma, lo que ya era una actuación papelonezca de un empate anodino con un hombre más, pasa a ser una derrota vergonzante a la que huelgan las palabras para describirla.
Después habrá tiempo para las excusas, los pretextos y las tardías y vanas autocríticas que terminan siendo el último recurso de quienes no tuvieron virtudes algunas para ofrecer.
Qué “fuimos un desastre”, que “perdimos la marca”, que “que nos faltó tranquilidad”, que “no nos salieron las cosas”, que “bla bla bla”. Ya sabemos muchachos, lo vimos todos. Basta de palsbras y empiecen a jugar que el torneo se va. Mañana asume Frontini, ojalá que venga con el milagro bajo el brazo.